La economía es importante, SÍ, pero no puede resolver todos los problemas de esta crisis, que tuvo su ápice con la Pandemia, pero que ya había dado varias señales de que se estaba gestando mucho antes de la COVID.

Los teléfonos inteligentes para uso inmediato en las manos de 6.000 millones de personas, trajeron un nivel de transparencia que expuso la desigualdad que existe en muchos países.

¿Y qué pasa? El mundo no puede sostenerse con tanta transparencia, hecho por el que hace años se dispararon los conflictos sociales. En respuesta a esta transparencia han aparecido fuertes líderes populistas que ofrecen lo que el pueblo quiere. “¡Esto me resuelve el problema y ya está!”, y esto ha ocurrido en muchos países y no es tan sencillo y fácil de resolver.

Se trata de problemas en varios sectores sociales y económicos: derechos, libertad, desigualdad, privacidad y otros.

En mi opinión, la “igualdad de derechos para todos” debería cambiarse por la “igualdad de oportunidades para todos”. Esta utopía se aleja aún más de la igualdad económica, que muchos buscan.

Debido al grave problema del desempleo, que sin duda llegará ahora en el periodo post-pandémico, entraremos en un “periodo de desacuerdo”, en el que dejaremos de centrarnos en el virus y empezaremos a preocuparnos por problemas más amplios. Vendrán otras crisis.

La pandemia actuó como un importante catalizador de los factores que ya estaban en marcha: los grandes cambios tecnológicos y la correlativa concentración de poder.

La asignación universal de recursos será el siguiente paso obligatorio para muchas sociedades, aunque no siempre pueda aplicarse por falta de esos mismos recursos. Habrá que aplicar alguna solución disruptiva, para los que no volverán a tener trabajo.

Y para ilustrarlo, quiero contar una historia:

Era el año 1900 y en Londres los propietarios de carros de tracción animal iniciaron una larga huelga. La denuncia se refería al uso de motores en los vagones, lo que creaba una competencia desleal, según ellos. El resto de la historia ya la conocemos.

Conclusión: resistirse al cambio no nos aporta ningún progreso. Tenemos que adaptarnos.

Vale la pena recordar a Charles Darwin:

“Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes, sino las que mejor se adaptan al cambio”.

La situación ha cambiado los mercados. No sólo hay sectores amenazados de desaparición. Las exigencias de los clientes en todos los mercados han cambiado, aunque todavía no nos demos cuenta.

No basta con comprar una cámara de vídeo para tu ordenador y pensar que ya has entrado en el nuevo mundo digital. Ningún dispositivo, aunque sea necesario, lo resuelve. La telemedicina ayudará al sector sanitario, pero no es todo el cambio que necesita el sector. Hay que cambiar la visión del mundo y la gestión (mentalidad).

Tenemos que ampliar el campo de estudio y ver el cambio filosófico para incluirlo en nuestro sistema de adaptación.

Las herramientas nos hacen cambiar, pero cambiar sólo las herramientas y los dispositivos no es lo que se necesita para entrar en la nueva etapa. Requiere un cambio de paradigma en la forma de ver el mundo.

Si todo ha cambiado, tenemos que asumir que ya no sabemos exactamente lo que quieren los clientes. Seguro que hay factores básicos que son intemporales y no cambian, pero no sabemos cómo se traducen en otros tipos de requisitos.

Si no cambiamos la forma de interactuar con los clientes, no habrá mejoras. Necesitamos esa comunicación bidireccional: hablar y escuchar. El medio no importa, puede ser digital. Entrar en la fase de la Industria 4.0 implica tener una comunicación directa con el cliente con mayor calidad y valor, para ambas partes.

Escuchar, imaginar una solución, establecer una prueba de mercado, recoger información y repetir el ciclo es el camino. Esto ya existía, pero lo que ha cambiado es la velocidad de iteración. En lugar de una vez al año, debería hacerlo una vez al mes.

La inteligencia artificial, el big data, el blockchain, la transformación digital, la realidad virtual, etc., son tecnologías. Quienes tienen la mentalidad adecuada para su uso las aprovechan y las aplican plenamente dentro de un modelo de negocio. Cualquiera de ellos encapsulado en una matriz empresarial sin un cambio cultural no significará mucho. Los directivos se sentirán satisfechos de haber efectuado el cambio. Pero se equivocan. Ese no es el camino.

El verdadero cambio es crear una cultura dentro de la empresa que se adapte a la nueva realidad.

¿Y cuál es la nueva realidad? Bueno, todo el mundo tiene que descubrirlo, en su industria.

Los llamados “sectores de la vida”, la alimentación, la agricultura, la sanidad y la educación serán los menos afectados, junto con la automatización y lo digital.

Los de intermediación sin valor añadido significativo serán los más afectados.

Esta crisis ha revelado nuestra fragilidad en un mundo mucho más complejo y hemos llegado a creer que hay cisnes negros. Ahora empezamos a creer que la próxima crisis llegará y probablemente esté relacionada con el cambio climático.

Durante las crisis agudas, el primer objetivo es sobrevivir. Cuando se acaba, el objetivo es crecer a través de una estrategia máxima. Quiero pensar con una visión optimista que después de un largo reajuste, pasaremos a una etapa mucho mejor en términos evolutivos.

Por lo tanto, lo más apropiado ahora será reforzar nuestra seguridad personal y social.

O, como dice Sun Tzu, “ponernos por encima de la derrota”.

En muchos países, el Estado se ha retirado. La pandemia nos ha llevado a pensar que el Estado necesita crecer. No necesitamos un Estado más grande, lo que necesitamos es un Estado más eficiente.

Antes de la pandemia, el mundo ya estaba experimentando profundos cambios.

China se expande, Estados Unidos se contrae y deja algunas vacantes libres que suelen ser ocupadas por terceros (Rusia). Alemania lidera fácilmente una Europa en la que muchos dudan de las ventajas de la colaboración. La transición de un modelo a otro crea un angustioso vacío de poder. África y los países de la ruta de la seda serán los favoritos para crecer. América Latina no tiene el poder de perturbar la paz mundial, por lo que seguirá siendo un actor secundario.

Francis Fukuyama nos muestra cómo el progreso de las naciones tiene sus condiciones y una de ellas es la previsibilidad, a través del respeto a las leyes.

Ningún país, ni grupo humano, progresa si no tiene una estructura de liderazgo bien constituida, orientada al bien común y regida por leyes que todos aceptan y respetan (VEB).

Un problema exponencial no se resuelve sólo con soluciones evolutivas.

Nuestro error hoy es pensar que con la vacuna todo vuelve a la normalidad. El río no fluye dos veces en el mismo lugar.

Tenemos que pensar en una nueva utopía que se pueda alcanzar para este mundo globalizado.

 

Victor Basso
Director de Opuspac Ltda.